“En filosofía el camino más largo es el más corto”
Dicho común en los círculos filosóficos.
“La filosofía ha sido siempre una teoría, una conciencia”
J.M. Bochenski
La maestra María del Rayo Ramírez Fierro, en su trabajo Utopología[1], ha querido acuñar un neologismo que haga referencia a la reflexión filosófica sobre la utopía y lo utópico en todos los ámbitos. Esta pretendida labor de exhaustividad, acerca de la utopía y lo utópico, parte de la clasificación ceruttiana de utopía, según la cual existen tres modos de hacer referencia al asunto. En primer lugar, la acepción ordinaria de utopía cuya carga semántica es peyorativa, descalificativa. La segunda, que alude al origen de lo utópico desde el trabajo literario que, desde el siglo XVI, proyectó poéticamente una idea de perfección social relacionada con la irrupción del “Nuevo Mundo” (la idea de América) en el imaginario europeo. La tercera, la alusión propiamente filosófica que asume el término en un sentido crítico, con una función intrahistórica contundente (tensión utópica operante en la historia).
La maestra mencionada reconoce, en segundo lugar, la complejidad que encierra tematizar la utopía y lo utópico desde el ambicioso proyecto que implica esa reflexión filosófica de lo utópico en “todos los ámbitos”. Complejidad que se agudiza por el uso del término que lo ubica en los linderos de múltiples actividades de pensamiento y de acción: la literatura, la historia de las ideas, los proyectos políticos y las acciones concretas de las comunidades utópicas que han deseado materializar sus ideales sociales.
María del Rayo, debido a esta complejidad, acota el trabajo dedicándose al análisis de las ideas sobre utopía que han desarrollado en el ámbito filosófico nuestroamericano Fernando Ainza, Franz Hinkelammer, Artuto Andrés Roig y Horacio Cerutti. De esta manera, la autora de Utopología se dedica, a lo largo de su trabajo, a revisar el sentido de lo utópico en cada uno de los autores señalados. Ahora bien, una lectura atenta a la exposición que hace la maestra evidencia ciertos saltos en la tematización de lo utópico que, a mi parecer, manifiestan una movilidad problemática entre tres ámbitos distintos: la tematización de la utopía en general, ―la utopología propiamente dicha―, las propuestas filosóficas sobre la utopía en particular, realizadas por los autores indicados, y la praxis política.
La cuestión no es tan sencilla de exponer debido a que el concepto de utopía cumple una función fundamentalmente crítica, por lo cual, para la filosofía política, se torna resbaladiza, huidiza, ya que no sólo funge como idea dentro de un horizonte emancipatorio (función poiética o propositiva), sino que ella misma es tema de la misma filosofía (utopología), al mismo tiempo que opera en la historia, tanto a nivel discursivo como a nivel práctico (proyectos políticos). Todo esto se resume en la función utópica de la utopía (es necesario el pleonasmo) que se efectúa en cada uno de estos niveles.
Me adelanto a la objeción que se puede plantear a mi problema, pues, se consideraría, como la misma autora lo ha indicado, que una taxonomía de la función utópica operante en la historia es más bien producto de un error de enfoque, una especie de ilusión analítica propia del pensamiento filosófico tradicional. Tal error consistiría en el hecho de que se desconocería que la utopía alude a un “todo”, una especie de acontecimiento que en los hechos se efectúa sin un antes ni un después, que opera conjuntamente en el momento de su materialización. En otras palabras, su acontecimiento performativo es una unidad que no se deja analizar. El enfoque que plantea una separación de niveles y momentos, es decir, un enfoque analítico ―según palabras de la autora― sería un enfoque plano, “euclidiano” y, por lo tanto, errado[2]. En el aspecto performativo de la utopía, es decir, en el momento en que se ejecuta la acción que resuelve la tensión utópica haciéndola efectiva dentro del campo político, no hay una situación fija y estructural. La experiencia en la que se pone en juego la decisión y la acción que resuelve la tensión utópica es una totalidad en movimiento, según nuestra autora.
A esta objeción, que pretendería disolver la problemática planteada más arriba, en la que se apela a la distinción de niveles, estratos y momentos, dentro del acontecimiento perfomativo de lo utópico, respondemos con una nueva pregunta: ¿entonces qué podemos decir acerca de la utopía desde una utopología? ¿reducimos la utopología a la identificación de la unidad performativa de la experiencia que, mediante la decisión, resuelve la tensión utópica y nos dedicamos a verificarla, tanto en las propuestas de los autores que, a través de la historia, se han dedicado a estudiar la utopía[3], como en la práxis utópica que puede darse en ciertos contextos políticos? ¿De esto se trata el dicho de la autora, citado por Cerutti en un texto reciente sobre Ainza, de “leer la historia en clave utópica”?
Siendo así, pareciera que la utopología propuesta por la maestra María del Rayo es, más bien, una historia de las ideas utópicas ―en este caso particular concentrada en los cuatro autores por ella propuestos― que se orienta a evidenciar la totalidad del movimiento performativo en acontecimientos concretos. Tal historiografía permitiría establecer la unidad performativa de la acción que resuelve la tensión utópica dándonos un resultado único, moviéndonos indiscriminadamente y sin una noción metodológica que nos permita conectar dos orillas; por un lado el pensamiento sobre la utopía y por el otro, los acontecimientos sociales emancipatorios. Este trabajo estaría lejos del análisis estructural que, necesariamente y no suficientemente, hubiese querido realizar un trabajo filosófico de “fundamentación”, despachado ligeramente por el desprestigio de la teoría frente a una filosofía de la acción.
Con esta problemática pongo sobre la mesa un tema que es preciso pensar sin afán y apasionamiento, menos aún, sin decisiones y definiciones contundentes. Tal tema es el de la función de la filosofía de la utopía o, si se quiere, el tema de pensar la utopía desde el campo propiamente discursivo de la filosofía. Hablemos en forma más directa. Aludo al problema de la reflexión epistémica de la utopía, asunto estrictamente filosófico, si es que queremos seguir hablando de filosofía (en vez de darle certificado de defunción por tratarse de un ejercicio teorético, ceñido a las prácticas del pensamiento dominante y lejano de las circunstancias específicas de las comunidades concretas en las que tal ejercicio del pensamiento tiene lugar).
Al respecto de esta problemática añadiré algunos puntos que permitan aclarar el planteamiento del asunto. Es evidente que filosofar desde Nuestra América implica una inserción del pensamiento en la vida cotidiana. Esto involucra, más que una superación de las dicotomías asociadas a los modos de la razón moderna y a un desplazamiento del campo epistémico tradicional y dominante, una suspensión de ese tipo de pensamiento. De este modo, quizás podríamos hablar de performatividad, decodificación simbólica u otras categorías mas ajustadas a nuestros contextos sociales y políticos. Es evidente que requerimos un pensamiento político ubicado en el contexto propio que atienda a las necesidades concretas de las comunidades. Pero ¿debemos por ello renunciar a las esquematizaciones, jerarquizaciones, análisis, tematizaciones, propias del trabajo de fundamentación del pensamiento filosófico político? Si así fuera ¿no estaríamos dando por inexistente un campo de fundamentación específicamente filosófico político, ya que lo estaríamos mezclando con otros campos de investigación (en vez de embonarlo con los demás estudios sociales sin que pierda su autonomía y sus contornos), al punto de no poder distinguirlo de la sociología, la antropología, el análisis político, la geopolítica, la historia y otras ciencias sociales?
La filosofía se ha caracterizado por ser un saber que al tiempo que origina las demás ciencias, luego de que están se independizan, se nutre de ellas sin dejar su enfoque particular como problematización general sobre ciertos asuntos. En este sentido la filosofía no sólo opera como reflexión inicial sino como pensamiento posterior que requiere de un trabajo interdisciplinario que permita estructurar ideas, teorías, pensamientos. Si la filosofía política que hacemos desde Nuestra América está interesada en sentar sus bases epistémicas para una filosofía social o política ―que logre ubicarse en los contextos particulares donde se ejecuta el pensamiento― no puede renunciar a la generalización, la abstracción y, en general, la tematización de los asuntos políticos, las ideas políticas, los estudios sociales y la historia de las ideas.
Si la tensión utópica que opera en la historia y que mueve el pensamiento político nuestroamericano desde los albores de nuestro particular ser, fungiese como elemento epistémico de nuestro pensamiento, la utopología sería el campo específico de nuestro filosofar en torno a un posible (y no único) factor de fundamentación epistémica para un pensamiento político desde Nuestra América. Tal utopología estaría interesada en tematizar la utopía, analizar la utopía, la historia de las ideas sobre la utopía y los proyectos políticos emancipatorios que se han dado en nuestra historia, porque le interesa la realización de esas utopías. En otras palabras, la utopología le puesta a una filosofía del valor que asume la tensión utópica: ser-deber ser, como un aspecto nuclear de nuestro impulso emancipatorio a través del tiempo, deseando encontrar en esa voluntad emancipatoria un aspecto epistémico de la historia de América Latina. Siendo así, la utopología como teoría, análisis, discusión, esquematización de la tensión utópica operante en la historia ―ejercida al menos de manera provisional― nos permitiría comprender estructuras que, si bien serían transitorias, dejarían asir, conceptualmente, el escurridizo tema de la utopía. Así, se tendría mayor claridad a la hora de llevar la utopía a su concreción fáctica, intrahistórica.
Es por ello que la filosofía política nuestroamericana debería incluir, como parte de su proceso de configuración, una utopología, esto es, un trabajo de pensamiento que no le tema a la esquematización, al análisis y al uso de metáforas que aluden a una especie de taxonomía del acontecimiento performativo que anida en la historicidad de la tensión utópica. Lo contrario es correr el riesgo de dar por suficiente un enfoque (el de la totalidad del movimiento performativo que resuelve la tensión utópica al jugársela en la decisión, así como su verificación teórica y práctica, en una historiografía de la utopía), reducir el análisis o evadirlo. Esto evidenciaría una especie de movimiento, sin control ni distinción, entre la utopía como idea filosófica, como horizonte emancipatorio, como proyecto político y la utopología como tematización de todo ello. A mi parecer, es preciso identificar un campo específico del filosofar sobre la utopía, distinguiendo la tematización y lo tematizado.
Creo que tal campo es precisamente la utopología, si nos ceñimos a la definición que la misma María del Rayo ofrece sobre el neologismo. Identificar la utopía como uno de los posibles ejes epistemológicos del pensamiento político nuestroamericano no podría agotarse en un mero ejercicio historiográfico. Menos aún, y sé que no es la idea ni la intensión de la maestra María del Rayo, reducirla al análisis de cuatro autores dedicados a la empresa de pensar la utopía y a un tipo de experiencia en la que se pone en juego la decisión del sujeto o de la comunidad, en cuanto a la resolución de la tensión utópica operante en la historia.
Considero que la utopología ha de mostrar el cómo se produce históricamente la tensión utópica, cómo operan sus momentos dentro de una simbólica nuestroamericana, a partir de un ejercicio hermenéutico que nos permita comprender la praxis emancipatoria de la resolución de la tensión utópica, tanto en la historia de las ideas (filosofía de la utopía) como en los hechos sociales (proyectos políticos). Una utopología que no tema a la esquematización y la comprensión de la relación entre las partes de una posible estructura de la utopía ―diagnóstico, poiesis, performancia, decodificación, recodificación, entre otras posibles. También considero que es preciso que seamos respetuosos frente a las distintas opciones de trabajo que pueden tener lugar en el desarrollo de una utopología que, si no estoy mal, está por desarrollarse como posible campo epistémico de un pensamiento político localizado, esto es ―estrictamente hablando― una filosofía política nuestroamericana.
Tachar de “euclidiano” un enfoque analítico que tiende a ver una estructura y un esquema de la utopía y lo utópico operante en la historia (visión analítica del momento de resolución de la tensión utópica y de las reflexiones en torno a la utopía), es volver a arrogarse ese poder/tener un “ojo privilegiado” que define unilateralmente el enfoque correcto y el errado. “Ojo privilegiado” que la misma María del Rayo critica. La Utopología realizada por la señalada filósofa es una investigación pionera en un asunto que pareciera estar en estado embrionario y que podría provocar y producir otros trabajos que complementen la sistematización hecha por la citada autora sobre el pensamiento utópico y la utopía. Sistematización que puede ser enriquecida con nuevos enfoques y nuevas perspectivas, para ir completando el espectro de una utopología, como un aspecto del análisis epistemológico del pensamiento político nuestroamericano.
Ciudad de México, septiembre 16 de 2010.
BIBLIOGRAFÍA:
· BOCHENSKI, J.M: Introducción al pensamiento filosófico. 3ª Ed. colombiana, Herder, Bogotá-Barcelona 1999.
· CERUTTI GULDBERG, Horacio: Filosofía de la liberación latinoamericana, 3ª Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
· FIERRO RAMÍREZ, María del Rayo: Utopología, Texto inédito.
[1] Trabajo de tesis de maestría inédito leído en la clase sobre Reflexión Utópica seminario impartido por el Dr. Horacio Cerutti en el marco del posgrado en Filosofía política y de la maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, II semestre de 2010.
[2]Aludo a una problematización realizada dentro del seminario, mencionado en la anterior cita, aprovechando la presencia de la autora del texto. Tal problematización intentaba analizar distintos momentos en la resolución de la tensión utópica, a lo cual la autora, en forma directa, respondió con lo citado.
[3] Dice la autora que cada uno se las tiene que ver con ciertas situaciones en las que el individuo se decide por algo, como los colectivos o los grupos que quieren realizar un sueño político. Por ello, en el trabajo intelectual se daría una resolución de la tensión utópica al tomar un determinado camino. Pienso que este enfoque es bastante problemático. El hecho de la resolución de lo utópico, por mayor respeto que se quiera tener respecto del individuo, es colectivo, porque la utopía nace en el seno de las inquietudes sociales, de una cierta sensibilidad por el desarrollo de lo justo en el plano político, no en el plano personal. Ciertamente se da un compromiso por parte del individuo que le permite obrar desde sus propias convicciones, pero siempre dentro de un horizonte de lo común. Sino acotamos eso, podemos también considerar los caprichos individuales, que se han materializado, como aspectos en los que se ha resuelto la tensión utópica.
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